Las primeras noticias de doma de elefantes provienen del valle del Indo hace alrededor de 4.000 años. Hay que aclarar la distinción entre doma, adiestramiento y domesticación. Se doma primero a los animales rebeldes, silvestres o domésticos, luego se les adiestra enseñándolos a realizar tareas, los domésticos
nacen y viven en cautividad. Así pues, a los elefantes militares se les
cazaba, domaba y entrenaba. La especie más usada era el elefante índico, de menor tamaño y más fácil de adiestrar que el africano, que no se utilizó más que en contadas ocasiones.
Los primeros ejemplares adiestrados, por lo tanto, pertenecían a la especie Elephas maximus,
y fueron empleados en las labores agrícolas. Sin embargo, se sabe que
ya existían elefantes de guerra hacia el año 1100 a. C., porque se
mencionan en varios himnos sánscritos. También es posible que la dinastía Shang de China
hubiese adiestrado a los elefantes para la guerra alrededor de esa
época, puesto que se sabe que había elefantes adiestrados por los
humanos en la zona del río Amarillo.
Desde Oriente, el uso militar de los elefantes pasó al Imperio persa, donde fueron empleados en varias campañas. Posiblemente la batalla de Gaugamela, que enfrentó, el 1 de octubre de 331 a. C., al rey persa Darío III con Alejandro Magno
fuese el primer contacto de un ejército europeo con los elefantes de
guerra. Los quince animales, situados en el centro de las líneas persas,
causaron entre los soldados macedonios una impresión tal que Alejandro
sintió la necesidad de hacer un sacrificio al dios del miedo, Fobos,
la noche anterior a la batalla. Gaugamela fue el mayor de los éxitos de
Alejandro, pero los elefantes enemigos le impresionaron hasta el punto
de que, en sus campañas posteriores, los incorporó a su propio ejército. Cinco años después, en la batalla del Hidaspes contra el rey Poros,
Alejandro sabía perfectamente cómo enfrentarse a los elefantes en
combate, si bien todavía no contaba con elefantes entre sus filas.
Poros, que gobernaba Punjab, Pakistán utilizó 200 elefantes en la batalla, que pusieron en problemas a Alejandro, aunque logró salir victorioso.
Por entonces, el reino de Magadha, situado al este de la India y Bengala, contaba con 6.000 elefantes de guerra. El monarca Chandragupta Maurya
llegaría a tener más tarde 9.000 elefantes. Este número era mucho mayor
que a los que se habían enfrentado hasta entonces, lo que afectó la
moral de los hombres de Alejandro y, en parte, fue la razón de que no
siguiese con la conquista de la región.1
Gracias a su éxito en las batallas, el uso militar de los elefantes se extendió por el mundo. Los sucesores de Alejandro, los Diádocos, utilizaron cientos de elefantes en sus campañas. Los egipcios y cartagineses iniciaron el adiestramiento de elefantes africanos para la guerra, al igual que los númidas y los kushitas.
La especie elegida fue el elefante de la selva, concretamente el
norteafricano, que terminaría casi por extinguirse a causa de su
sobreexplotación. El elefante de la sabana africana, mayor que el de la
selva, era mucho más difícil de adiestrar, y solamente fue usado en
contadas ocasiones. Los elefantes que emplearon los egipcios en la batalla de Rafia en 217 a. C. eran menores que sus contrincantes asiáticos y, sin embargo, les dieron la victoria frente a Antíoco III Megas de Siria.
En la historia de Sri Lanka aparecen los elefantes como monturas de los reyes que dirigían a sus hombres en el campo de batalla. El elefante Kandula fue la montura del rey Dutthagamani (200 a. C.) y "Maha Pabbata" la montura del rey Elahara en su histórico encuentro en la batalla.
En Europa, los elefantes se usaron contra la República romana por Pirro en la batalla de Heraclea, en 280 a. C., y por el general cartaginés Aníbal durante la Segunda Guerra Púnica. Los elefantes de Cartago que Aníbal guio a través de los Alpes, aterrorizaron a las legiones romanas. Sin embargo, los romanos encontraron un modo de contrarrestar el efecto devastador de la carga de los elefantes. En la batalla de Zama (202 a. C.), la carga de los elefantes resultó inútil cuando los manípulos romanos se hicieron a un lado y les permitieron pasar. Siglo y medio después, en la Batalla de Tapso (46 a. C.), Julio César armó a los soldados de la Legión V
con hachas para herir las patas de los elefantes. La legión fue capaz
de resistir el ataque y el elefante se convirtió en adelante en su
símbolo. La Batalla de Tapso fue la última vez que los elefantes tuvieron un uso militar en Occidente.
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