Monday, June 11, 2012
Tuesday, June 5, 2012
Dieron la vuelta al mundo en 139 días
Bruno Nicoletti y Ricardo Cufré dieron la vuelta al mundo en catamarán.
Salieron del Puerto de Madryn (Italia) el 23 de noviembre de 1997 y regresaron el día 29 de julio de 1998.
Recorrieron 20.202 millas marinas en 139 días de navegación, esto es, un total de 2864 horas frente al timón sobre poco apacibles aguas.
SIETE VECES AMENAZADOS:
Los intrépidos navegantes se enfrentaron siete veces a la adversidad antes de llegar a Nueva Zelanda. Allí debieron hacer una escala para reponer un timón del catamarán destrozado por una fuerte tempestad. Superado el inconveniente, retomaron la ruta.
Al retornar hacia la Argentina debieron capear, ya en el océano Pacífico, el octavo temporal, tal vez el más feroz. La rebelión de las aguas castigó duramente el casco durante cinco días.
Cuando la proa apuntaba rumbo al cabo de Hornos, otra nueva tormenta puso a prueba el temple de los marinos. El meteoro se prolongó por bastante tiempo y la nave no salió indemne. El castigo del oleaje, de varios metros de altura, destrozó el tanque de combustible.
En esas condiciones salieron de la ruta y recalaron en el puerto chileno de Valdivia para reparar la avería, no sin antes afrontar la décima borrasca.
"A raíz del tiempo que demoraron en Nueva Zelanda y en Chile las reparaciones del timón y del tanque de combustible, perdimos la posibilidad de cruzar del Pacífico al Atlántico por el cabo de Hornos. Es que los pronosticadores nos aconsejaron cuatro veces desistir de la idea, porque las depresiones eran terribles, con lo cual optamos por regresar por el estrecho de Magallanes", relató Nicoletti.
Una de las características del viaje fue la soledad más absoluta.
"Quise darme el gusto de navegar con viento portante por casi 20 mil millas", dijo Bruno. Para el propietario del Brumas Patagonia, "la ruta que hicimos, en cuanto a navegación se entiende, es la mejor que se puede hacer para dar la vuelta al mundo".
SOLEDAD Y MONOTONÍA:
Sin embargo, acotó: "Hay algo de monotonía, no nos cruzamos con ningún barco y estuvimos en la soledad más absoluta".
La idea original de Bruno Nicoletti fue hacer este viaje "en solitario". Hace dos años se había lanzado con el mismo catamarán por la ruta de Vito Dumas, pero chocó contra una ballena y rompió el timón, por lo que debió regresar a Puerto Madryn.
"Fue una suerte muy grande para mí no haberlo hecho ahora en solitario, puesto que con los inconvenientes que sufrimos en este último viaje con los timones y el tanque de combustible, debo decir que la compañía de Ricardo Cufré fue providencial", aseveró Nicoletti.
Tanto Nicoletti como Cufré, lectores devotos de las epopeyas náuticas de Dumas y de navegantes clásicos, como Fitz Roy y Marco Polo, destacaron que su aventura no hubiera sido posible sin los consejos extraídos de esos viajes.
La cuestión de la soledad fue recurrente en el relato de Nicoletti. Así, evocó que entre Puerto Madryn y Nueva Zelanda no se cruzaron con barco alguno y tan sólo vieron pájaros.
No hubo delfines ni ballenas. Eran ellos solos contra la inmensidad del océano. El momento más complicado fue cuando estaban en el medio del océano Indico, ya que en circunstancias en que afrontaban la séptima tormenta perdieron un timón.
Ricardo Cufré
Bruno Nicoletti
La moto que dio la vuelta al mundo
En 79 días. Vuelta al muno en vespa.
Santiago Guillén / Antonio Veciana
Santiago Guillén y Antonio Veciana, por aquellos entonces dos universitarios españoles estudiantes de la Facultad de Derecho de la Universidad de Madrid, poco podían imaginar lo que el destino les iba a deparar cuando entraron en el Teatro Circo de Albacete para ver la pelicula "La vuelta al mundo en 80 días" de Michael Anderson. Salieron entusiasmados, y más aún, salieron convencidos de que superar el reto de Phileas Fogg en un día estaba al alcance de su mano, y para añadirle emoción al asunto lo harían en Vespa. Bautizaron su aventura como Operación Elcano y dos años y medio después, el 25 de julio de 1962, y con la ayuda de la fábrica Vespa, que les cedio una Vespa 150 GS, partieron en busca de su hazaña.
Los patrocinadores fueron fundamentales para acometer con garantías el periplo alrededor del mundo. La Vespa se la cedió la fabrica italiana tras "asaltar" nuestros dos protagonistas con indudable picardía y un gran ramo de flores a la mujer del industrial italiano dueño de Vespa en un hotel de Madrid. La contaron su idea y esta se la trasladó a su marido que no dudó en hacerles entrega de una flamante Vespa 150 GS. Otros patrocinadores fueron la Delegación Nacional de Juventudes y otras instituciones y sin duda el más original fue el apoyo de Dalí, que accedió a decorarles los cófanos de la Vespa a su paso por Port Lligat. Con Dulcinea, nombre con el cual bautizaron a la Vespa, cargada hasta los topes, iniciaron su viaje el 25 de julio de 1962. a través de Francia, Italia, Grecia, Turquía, Irán, Afganistán, Pakistán, India, Malasia, Hong Kong, Japón, Estados Unidos, Inglaterra, Francia y España de nuevo. Y lo consiguieron, en 79 días dieron la vuelta al mundo y pasearon, la velocidad punta de la Vespa y la carga que transportaba no podía admitir otra definición, a Dulcinea por tres continentes, repartiendo, como no podía ser de otra manera, navajas de albacete a todos los ilustres personajes que les iban recibiendo. Incluso el Papa Juan XXIII se llevó la suya. De vuelta y con el producto de la venta del vehículo a Moto Vespa S.A. y otras ayudas, fue instituido un premio a la mejor aventura juvenil de cada año, y Dulcinea fue exhibida por diferentes países.
La moto
La Vespa 150 GS fue el primer scooter con motor de 150 cc ( en realidad 145,6 cc) y hoy en día es una de las más buscadas por los coleccionistas. Con su velocidad máxima de 101 km/h marcó un hito dentro del sector de los scooters y en la década de los 50 y principios de los 60 y por sus características se convirtió en una autentica super-ventas. Otras novedades rompedoras que ofrecía la GS eran el asiento alargado, hasta entonces todas las vespas sólo tenían un monoasiento, el cambio de cuatro marchas y el faro incluido en el manillar. Mejoras que se han mantenido en todos los modelos de Vespa hasta la fecha. De hecho los expertos la denominaron como "la más popular, imitada y el modelo más recordado".
Dulcinea descansa definitivamente en el museo que Piaggio tiene en
Pontedera, Italia. En la foto aparece junto a Antonio Veciana.
Santiago Guillén / Antonio Veciana
Santiago Guillén y Antonio Veciana, por aquellos entonces dos universitarios españoles estudiantes de la Facultad de Derecho de la Universidad de Madrid, poco podían imaginar lo que el destino les iba a deparar cuando entraron en el Teatro Circo de Albacete para ver la pelicula "La vuelta al mundo en 80 días" de Michael Anderson. Salieron entusiasmados, y más aún, salieron convencidos de que superar el reto de Phileas Fogg en un día estaba al alcance de su mano, y para añadirle emoción al asunto lo harían en Vespa. Bautizaron su aventura como Operación Elcano y dos años y medio después, el 25 de julio de 1962, y con la ayuda de la fábrica Vespa, que les cedio una Vespa 150 GS, partieron en busca de su hazaña.
Los patrocinadores fueron fundamentales para acometer con garantías el periplo alrededor del mundo. La Vespa se la cedió la fabrica italiana tras "asaltar" nuestros dos protagonistas con indudable picardía y un gran ramo de flores a la mujer del industrial italiano dueño de Vespa en un hotel de Madrid. La contaron su idea y esta se la trasladó a su marido que no dudó en hacerles entrega de una flamante Vespa 150 GS. Otros patrocinadores fueron la Delegación Nacional de Juventudes y otras instituciones y sin duda el más original fue el apoyo de Dalí, que accedió a decorarles los cófanos de la Vespa a su paso por Port Lligat. Con Dulcinea, nombre con el cual bautizaron a la Vespa, cargada hasta los topes, iniciaron su viaje el 25 de julio de 1962. a través de Francia, Italia, Grecia, Turquía, Irán, Afganistán, Pakistán, India, Malasia, Hong Kong, Japón, Estados Unidos, Inglaterra, Francia y España de nuevo. Y lo consiguieron, en 79 días dieron la vuelta al mundo y pasearon, la velocidad punta de la Vespa y la carga que transportaba no podía admitir otra definición, a Dulcinea por tres continentes, repartiendo, como no podía ser de otra manera, navajas de albacete a todos los ilustres personajes que les iban recibiendo. Incluso el Papa Juan XXIII se llevó la suya. De vuelta y con el producto de la venta del vehículo a Moto Vespa S.A. y otras ayudas, fue instituido un premio a la mejor aventura juvenil de cada año, y Dulcinea fue exhibida por diferentes países.
La moto
La Vespa 150 GS fue el primer scooter con motor de 150 cc ( en realidad 145,6 cc) y hoy en día es una de las más buscadas por los coleccionistas. Con su velocidad máxima de 101 km/h marcó un hito dentro del sector de los scooters y en la década de los 50 y principios de los 60 y por sus características se convirtió en una autentica super-ventas. Otras novedades rompedoras que ofrecía la GS eran el asiento alargado, hasta entonces todas las vespas sólo tenían un monoasiento, el cambio de cuatro marchas y el faro incluido en el manillar. Mejoras que se han mantenido en todos los modelos de Vespa hasta la fecha. De hecho los expertos la denominaron como "la más popular, imitada y el modelo más recordado".
Dulcinea descansa definitivamente en el museo que Piaggio tiene en
Pontedera, Italia. En la foto aparece junto a Antonio Veciana.
Monday, June 4, 2012
Los cuatro españoles que dieron la vuelta al mundo en ford
Los cuatro españoles que dieron la vuelta al mundo en Ford
Enjuto, pajarita bien plisada, flequillo apelmazado con brillantina y siempre pertrechado como un eterno comensal del Ritz. Federico Santander parecía cualquier cosa menos un explorador. Sin embargo, este intelectual, amigo de Unamuno y firma de postín del Abc protagonizó en los años 30 una hazaña tan heroica como desconocida, en una época en que las utopías todavía eran posibles y los paisajes remotos no entraban en los salones en formato televisor.
Cansado de España y sus rifirrafes políticos, Federico Santander Ruiz-Giménez decidió refugiarse en la epopeya. Para su conquista del Oeste, giró la veleta rumbo a Oriente. Embarcó tres socios fiables, todos jóvenes y optimistas: Enrique Power, médico, Enrique Mazariegos, encargado de la parte administrativa de la aventura, y Marcelo San José, mecánico y conductor. Se agenció mapas del mundo entero. Diseñó un membrete para la expedición. Y, como buen pionero, buscó una cabalgadura americana. Un Ford V8 Tudor Sedán negro, con sus faros como monóculos y la ilusión empaquetada junto a los baúles.
Su reto era dar la vuelta al globo en aquel armatoste. Una reencarnación española y con menos prisas del Phileas Fogg de Julio Verne: en vez de 80 días, se dieron ocho meses para culminar la singladura. Hasta la maleta de Federico Santander, llena de chaqués, camisas y trajes, también era un remedo de la del lord viajero, aunque su propósito era otro. "Mi viaje no responde a una finalidad puramente deportiva y nada tiene que ver con el propósito de realizar una empresa arriesgada o batir un récord. Se trata de ver el mundo despaciosamente", explicó meses después. Y despaciosamente arrancó el Ford, desde Valladolid, en la mañana fría, gris y lluviosa del 23 de octubre de 1932.
Van tejiendo Europa en los primeros días. En Italia, toca sobredosis de Mussolini, "con su efigie altanera y desdeñosa por doquier". Un fascismo que Santander simboliza en el desfile al que asisten en Venecia: estruendoso, arrogante y belicoso, espantando a las blancas palomas de la plaza de San Marco. Llegados a los Balcanes, se acaba el plácido paseo a lo Stendhal y aparecen los caminos enfangados, donde el coche se les cala cada dos por tres y toca embadurnarse los mocasines de Ateneo. Cuando estaban a pocos metros de despeñarse por un barranco serbio, tuvieron ocasión de probar, con éxito, los crujientes frenos del Ford. Lo celebraron en un banquete nupcial al que fueron invitados. En la mesa, vodka y rakia, un aguardiente local. Pasada la resaca, alguno escribió en el cuaderno de viaje: "En tierra española, pudieran recibir el nombre de matarratas".
El ritmo era de unos 300 kilómetros diarios, en un coche cargado hasta los topes que raramente superaba los 100 km/h. Aunque Marcelo San José era el chófer oficial, se turnaban al volante. Todos, menos el único que no sabía conducir: Federico Santander, boina calada y pipa en boca, siempre arrellanado en el puesto de copiloto, escribiendo impresiones para futuros libros y conferencias. En Turquía abren la puerta de un nuevo continente, donde las carreteras de los Balcanes parecen un paraíso.
La fresca del otoño les ayuda a atravesar Palestina, Líbano y Siria, pero no les libra del polvo, los caminos equivocados o las dificultades para encontrar alojamiento. Las paradas se hacen cada vez más frecuentes. El ruido de las piedras rebotando contra el suelo del pobre coche se hace insoportable. Los amortiguadores se convierten en un eufemismo. Y, por fin, Israel. Los cuatro vallisoletanos describen Jerusalén como "un ejemplo de tolerancia, viviendo en paz numerosas confesiones". Tiempos aquéllos.
Oriente Medio fue su bíblica travesía del desierto, con más de infierno que de Edén. Había que digerir la belleza violenta de los parajes en una sauna metálica que encallaba en cada duna. Penas que se solventaban con tablones de madera, turbantes de fortuna y ríos de sudor. Los oasis eran las poblaciones de beduinos. Cada llegada a uno de estos poblachos despertaba un remolino de curiosidad, con los autóctonos rodeando el Ford y preguntándose qué lengua del demonio balbuceaban aquellos forasteros.
Decidieron seguir esperando, por miedo a enmadejarse definitivamente en el ovillo de arena. Segunda noche al raso bajo un diluvio que parecía un monzón. Cuando los víveres y la esperanza comenzaban a escasear, surgió un runrún en el horizonte. El milagro se presentó como destartalado camión de mercancías. El chófer accedió a llevarlos en el remolque, donde, ateridos por el frío y la lluvia, dieron tumbos durante varias horas hasta llegar a Rutbar, a 300 kilómetros de allí.
Un telegrama al cónsul español en Jerusalén permitió rescatar y reparar el Ford V8. Ante la ausencia de noticias, en España cundió el pánico entre los familiares por la ausencia de noticias. Hasta que, el 20 de diciembre de 1932, apareció un despacho en la página 37 de Abc, remitido por el diplomático español: "Para conocimiento familias, señores expedición vuelta al mundo salida Valladolid que sufrieron avería desierto han sido recogidos". Federico Santander estaba decidido a abandonar. Sólo le disuadió la insistencia de sus compañeros. Tras unos días para reponer fuerzas y volver a disponer del Tudor Sedán, abandonaron el aduar –donde pasaron la Nochebuena– y embarcaron hacia Irak, con sus pozos de petróleo ya exhumando riqueza negra. La mirada del intelectual se superponía en ocasiones a la de0l viajero. Con reflexiones que tocan llagas del estrenado siglo XXI o parecían su antesala: "Un grave peligro amenaza a la civilización occidental, porque en Asia se incuba una hostilidad contra el mundo occidental. Y éste debe defender su espíritu. Los pueblos no pueden vender su alma". Hoy le habrían llamado neocon.
Paso a Afganistán –"con sus nacionales, los más pobres, sucios y siniestros de Asia"– y entrada en la India, donde sufren el segundo gran susto. Con miles de kilómetros en las llantas, esquivan por poco la paradoja de morir en un taxi de alquiler, "manejado por un indio fatalista que conducía a gran velocidad". Dieron dos vuelta de campana, mientras su Ford V8 reposaba en un garaje de Bangalore. "Era impensable que hubiésemos sobrevivido los cuatro", clamó Santander recién librado del amasijo de hierros. Quien se llevó la peor parte fue Enrique Power, con varios cortes graves en un brazo.
Las grandes hazañas se enhebran con momentos de profundo choque cultural. En China, Santander, amigo de Benavente, Muñoz Seca y Arniches, se planta en el teatro más reputado de Shanghai dispuesto a imbuirse del arte oriental. Le sorprende un espectáculo lánguido. Una orquesta horrísona. La ausencia de mujeres en la compañía, reemplazadas por "jovencitos ambiguos". En un entreacto, al borde del desmayo, averigua que la obra tiene 32 actos y dura ?4 horas. Huye despavorido.
Japón, Hawai y pasarela a Estados Unidos. Su travesía comienza en sentido contrario al de los pioneros, por California. En aquellos 30, donde el cine recobraba color y perdía afonía, en Hollywood ya tenían que esforzarse en pronunciar los apellidos de Catalina Bárcena, Gregorio Martínez Sierra o José López Rubio. Estrellas con las que los cuatro viajeros convivieron en su periplo de tres días por los estudios cinematográficos. Federico Santander aprovechó para participar como extra en una producción, Mis labios traicionan. Tras paladear el almíbar del espectáculo le quedó un regusto de postre de penitenciaría: "Es una vida fatigosa e ingrata, casi de trabajos forzados. La impresión que me ha producido Hollywood difiere mucho de la divulgada por el mundo. El más certero ha sido, a mi juicio, Jardiel Poncela, que con un contrato espléndido salió de allí corriendo y se volvió a España porque la mágica ciudad de los encantos le resultaba insoportable". Highway y manta.
En Detroit, capital del motor, les recibió el mismísimo Henry Ford, fundador del imperio de cuyas entrañas salió el Tudor Sedán negro que, infalible, les acarreaba por los recovecos del globo. Del encuentro no quedan fotos, pero sí una anécdota. El magnate les saludó con esa cortesía yanqui donde cinco minutos son demasiados. Ni bajó a ver el coche, como un ganadero que se niega a darle una palmadita en el lomo a su res. El concienzudo Marcelo San José, mecánico y conductor de la expedición, había dejado el auto de punta en blanco, a la espera del severo examen del patrón. Víctor San José, hijo del mecánico, recuerda las fotos de aquella hazaña colgadas en el salón familiar. Su padre, que años después aún le contaba anécdotas del viaje, guardó recortes, postales y hasta una pieza del auto. Un fondo documental que alimenta este reportaje. "Mi padre y sus compañeros fueron hombres inquietos, de otro tiempo. Y vivieron algo inconmensurable para la gente de su época", comenta con la voz tintada de admiración y nostalgia.
En Cuba, regida por el dictadorzuelo colonial Gerardo Machado, los cuatro se encuentran una isla desolada que será su última etapa. El potente lobby español los acoge durante semanas. El azar quiso que pudieran asistir a la llegada del Cuatro Vientos, pilotado por Barberán y Collar. Fue el primer avión que voló ininterrumpidamente entre España y Cuba. Un hito en la historia de la aviación y en la España de la época. Los pilotos fallecieron, días después, en un simple vuelo entre Cuba y México. Tragedia seguida con todo detalle por los diarios españoles y que motivó el único artículo que Santander escribió durante su vuelta al mundo. A finales de julio partieron de Cuba en el buque Cristóbal Colón. En aquel interminable trayecto de vuelta, con el Ford V-8 reposando en la bodega, Santander se dio a la lectura del filósofo alemán Hermann Keyserling. Subrayó una frase con la que después cerró muchas conferencias: "El camino más corto para encontrarse a sí mismo es dar la vuelta al mundo".
Alberto Iglesias and Cristofer Costa
Enjuto, pajarita bien plisada, flequillo apelmazado con brillantina y siempre pertrechado como un eterno comensal del Ritz. Federico Santander parecía cualquier cosa menos un explorador. Sin embargo, este intelectual, amigo de Unamuno y firma de postín del Abc protagonizó en los años 30 una hazaña tan heroica como desconocida, en una época en que las utopías todavía eran posibles y los paisajes remotos no entraban en los salones en formato televisor.
Cansado de España y sus rifirrafes políticos, Federico Santander Ruiz-Giménez decidió refugiarse en la epopeya. Para su conquista del Oeste, giró la veleta rumbo a Oriente. Embarcó tres socios fiables, todos jóvenes y optimistas: Enrique Power, médico, Enrique Mazariegos, encargado de la parte administrativa de la aventura, y Marcelo San José, mecánico y conductor. Se agenció mapas del mundo entero. Diseñó un membrete para la expedición. Y, como buen pionero, buscó una cabalgadura americana. Un Ford V8 Tudor Sedán negro, con sus faros como monóculos y la ilusión empaquetada junto a los baúles.
Su reto era dar la vuelta al globo en aquel armatoste. Una reencarnación española y con menos prisas del Phileas Fogg de Julio Verne: en vez de 80 días, se dieron ocho meses para culminar la singladura. Hasta la maleta de Federico Santander, llena de chaqués, camisas y trajes, también era un remedo de la del lord viajero, aunque su propósito era otro. "Mi viaje no responde a una finalidad puramente deportiva y nada tiene que ver con el propósito de realizar una empresa arriesgada o batir un récord. Se trata de ver el mundo despaciosamente", explicó meses después. Y despaciosamente arrancó el Ford, desde Valladolid, en la mañana fría, gris y lluviosa del 23 de octubre de 1932.
Van tejiendo Europa en los primeros días. En Italia, toca sobredosis de Mussolini, "con su efigie altanera y desdeñosa por doquier". Un fascismo que Santander simboliza en el desfile al que asisten en Venecia: estruendoso, arrogante y belicoso, espantando a las blancas palomas de la plaza de San Marco. Llegados a los Balcanes, se acaba el plácido paseo a lo Stendhal y aparecen los caminos enfangados, donde el coche se les cala cada dos por tres y toca embadurnarse los mocasines de Ateneo. Cuando estaban a pocos metros de despeñarse por un barranco serbio, tuvieron ocasión de probar, con éxito, los crujientes frenos del Ford. Lo celebraron en un banquete nupcial al que fueron invitados. En la mesa, vodka y rakia, un aguardiente local. Pasada la resaca, alguno escribió en el cuaderno de viaje: "En tierra española, pudieran recibir el nombre de matarratas".
El ritmo era de unos 300 kilómetros diarios, en un coche cargado hasta los topes que raramente superaba los 100 km/h. Aunque Marcelo San José era el chófer oficial, se turnaban al volante. Todos, menos el único que no sabía conducir: Federico Santander, boina calada y pipa en boca, siempre arrellanado en el puesto de copiloto, escribiendo impresiones para futuros libros y conferencias. En Turquía abren la puerta de un nuevo continente, donde las carreteras de los Balcanes parecen un paraíso.
La fresca del otoño les ayuda a atravesar Palestina, Líbano y Siria, pero no les libra del polvo, los caminos equivocados o las dificultades para encontrar alojamiento. Las paradas se hacen cada vez más frecuentes. El ruido de las piedras rebotando contra el suelo del pobre coche se hace insoportable. Los amortiguadores se convierten en un eufemismo. Y, por fin, Israel. Los cuatro vallisoletanos describen Jerusalén como "un ejemplo de tolerancia, viviendo en paz numerosas confesiones". Tiempos aquéllos.
Oriente Medio fue su bíblica travesía del desierto, con más de infierno que de Edén. Había que digerir la belleza violenta de los parajes en una sauna metálica que encallaba en cada duna. Penas que se solventaban con tablones de madera, turbantes de fortuna y ríos de sudor. Los oasis eran las poblaciones de beduinos. Cada llegada a uno de estos poblachos despertaba un remolino de curiosidad, con los autóctonos rodeando el Ford y preguntándose qué lengua del demonio balbuceaban aquellos forasteros.
Decidieron seguir esperando, por miedo a enmadejarse definitivamente en el ovillo de arena. Segunda noche al raso bajo un diluvio que parecía un monzón. Cuando los víveres y la esperanza comenzaban a escasear, surgió un runrún en el horizonte. El milagro se presentó como destartalado camión de mercancías. El chófer accedió a llevarlos en el remolque, donde, ateridos por el frío y la lluvia, dieron tumbos durante varias horas hasta llegar a Rutbar, a 300 kilómetros de allí.
Un telegrama al cónsul español en Jerusalén permitió rescatar y reparar el Ford V8. Ante la ausencia de noticias, en España cundió el pánico entre los familiares por la ausencia de noticias. Hasta que, el 20 de diciembre de 1932, apareció un despacho en la página 37 de Abc, remitido por el diplomático español: "Para conocimiento familias, señores expedición vuelta al mundo salida Valladolid que sufrieron avería desierto han sido recogidos". Federico Santander estaba decidido a abandonar. Sólo le disuadió la insistencia de sus compañeros. Tras unos días para reponer fuerzas y volver a disponer del Tudor Sedán, abandonaron el aduar –donde pasaron la Nochebuena– y embarcaron hacia Irak, con sus pozos de petróleo ya exhumando riqueza negra. La mirada del intelectual se superponía en ocasiones a la de0l viajero. Con reflexiones que tocan llagas del estrenado siglo XXI o parecían su antesala: "Un grave peligro amenaza a la civilización occidental, porque en Asia se incuba una hostilidad contra el mundo occidental. Y éste debe defender su espíritu. Los pueblos no pueden vender su alma". Hoy le habrían llamado neocon.
Paso a Afganistán –"con sus nacionales, los más pobres, sucios y siniestros de Asia"– y entrada en la India, donde sufren el segundo gran susto. Con miles de kilómetros en las llantas, esquivan por poco la paradoja de morir en un taxi de alquiler, "manejado por un indio fatalista que conducía a gran velocidad". Dieron dos vuelta de campana, mientras su Ford V8 reposaba en un garaje de Bangalore. "Era impensable que hubiésemos sobrevivido los cuatro", clamó Santander recién librado del amasijo de hierros. Quien se llevó la peor parte fue Enrique Power, con varios cortes graves en un brazo.
Las grandes hazañas se enhebran con momentos de profundo choque cultural. En China, Santander, amigo de Benavente, Muñoz Seca y Arniches, se planta en el teatro más reputado de Shanghai dispuesto a imbuirse del arte oriental. Le sorprende un espectáculo lánguido. Una orquesta horrísona. La ausencia de mujeres en la compañía, reemplazadas por "jovencitos ambiguos". En un entreacto, al borde del desmayo, averigua que la obra tiene 32 actos y dura ?4 horas. Huye despavorido.
Japón, Hawai y pasarela a Estados Unidos. Su travesía comienza en sentido contrario al de los pioneros, por California. En aquellos 30, donde el cine recobraba color y perdía afonía, en Hollywood ya tenían que esforzarse en pronunciar los apellidos de Catalina Bárcena, Gregorio Martínez Sierra o José López Rubio. Estrellas con las que los cuatro viajeros convivieron en su periplo de tres días por los estudios cinematográficos. Federico Santander aprovechó para participar como extra en una producción, Mis labios traicionan. Tras paladear el almíbar del espectáculo le quedó un regusto de postre de penitenciaría: "Es una vida fatigosa e ingrata, casi de trabajos forzados. La impresión que me ha producido Hollywood difiere mucho de la divulgada por el mundo. El más certero ha sido, a mi juicio, Jardiel Poncela, que con un contrato espléndido salió de allí corriendo y se volvió a España porque la mágica ciudad de los encantos le resultaba insoportable". Highway y manta.
En Detroit, capital del motor, les recibió el mismísimo Henry Ford, fundador del imperio de cuyas entrañas salió el Tudor Sedán negro que, infalible, les acarreaba por los recovecos del globo. Del encuentro no quedan fotos, pero sí una anécdota. El magnate les saludó con esa cortesía yanqui donde cinco minutos son demasiados. Ni bajó a ver el coche, como un ganadero que se niega a darle una palmadita en el lomo a su res. El concienzudo Marcelo San José, mecánico y conductor de la expedición, había dejado el auto de punta en blanco, a la espera del severo examen del patrón. Víctor San José, hijo del mecánico, recuerda las fotos de aquella hazaña colgadas en el salón familiar. Su padre, que años después aún le contaba anécdotas del viaje, guardó recortes, postales y hasta una pieza del auto. Un fondo documental que alimenta este reportaje. "Mi padre y sus compañeros fueron hombres inquietos, de otro tiempo. Y vivieron algo inconmensurable para la gente de su época", comenta con la voz tintada de admiración y nostalgia.
En Cuba, regida por el dictadorzuelo colonial Gerardo Machado, los cuatro se encuentran una isla desolada que será su última etapa. El potente lobby español los acoge durante semanas. El azar quiso que pudieran asistir a la llegada del Cuatro Vientos, pilotado por Barberán y Collar. Fue el primer avión que voló ininterrumpidamente entre España y Cuba. Un hito en la historia de la aviación y en la España de la época. Los pilotos fallecieron, días después, en un simple vuelo entre Cuba y México. Tragedia seguida con todo detalle por los diarios españoles y que motivó el único artículo que Santander escribió durante su vuelta al mundo. A finales de julio partieron de Cuba en el buque Cristóbal Colón. En aquel interminable trayecto de vuelta, con el Ford V-8 reposando en la bodega, Santander se dio a la lectura del filósofo alemán Hermann Keyserling. Subrayó una frase con la que después cerró muchas conferencias: "El camino más corto para encontrarse a sí mismo es dar la vuelta al mundo".
Alberto Iglesias and Cristofer Costa
Friday, June 1, 2012
Ellen MacArthur (Reino Unido)
La Vendée Globe es una regata que consiste en dar la vuelta al mundo a vela en solitario, sin escalas y sin asistencia. Esta prueba tiene su origen en el mítico Golden Globe, celebrado sólo una vez en 1968. Le siguió el BOC Challenge, creado en 1982.
La Vendée Globe se celebra cada 4 años. La salida se da en les Sables-d'Olonne en Vandea (Francia).
La prueba fue creada por Philippe Jeantot, y la primera edición se hizo en 1989. Después, la Vendée Globe creció para hacerse una de las carreras más reputadas en el mundo. La dificultad de esta regata la hace accesible tan solo a los navegantes más preparados, que se enfrentan a condiciones de extrema dureza durante más de tres meses en solitario. La última edición contó con treinta participantes, y la salida se dio el 9 de noviembre de 2008
Jessica Watson & Laura Dekker (completan la vuelta al mundo a vela en solitrio )
Jessica Watson
completa la vuelta al mundo a vela en solitrio
La adolescente australiana Jessica Watson fue recibida con una
fervorosa bienvenida en la Bahía de Sídney, tras hacer historia al
completar la vuelta al mundo navegando a vela en solitario tras siete
meses de aventura, tres días antes de cumplir los 17 años.
su viaje no va a ser certificado oficialmente
como un récord por la ruta y su edad
Watson circunvaló a bordo de su barco, el ''Pink Lady'', una
distancia de unas 23.000 millas náuticas, recorriendo los extremos de
Sudamérica y Africa antes de regresar a la costa sur de Australia,
alrededor de la isla de Tasmania.
Su llegada se retrasó varias horas debido a lo agitado del mar y a
problemas con una vela. Mientras se acercaba a Sídney.
LAURA DEKKER
nació el 20 de septiembre de 1995.Es un marino holandés.
En 2009, ella anunció su intención de convertirse en la persona más
joven en circunnavegar el globo en solitario, tuvo que disputar una
serie de problemas para poder realizar el viaje (por su corta edad),
completando con éxito la circunnavegación en solitario en una
embarcación de 11.5 metros de dos palos, llegando a Simpson
Bay, Isla de San Martín, el 21 de enero de 2012.
circuncicio en solitario
- Partió de Gibraltar el 21 de agosto de 2010.
- Llegó a Lanzarote el 25 de agosto.
- Se alojo en las Islas Canarias durante varias semanas debido a la temporada de huracanes en el Atlántico.
- Partió de Gran Canaria el 10 de noviembre desde Cabo Verde.
- Desde Cabo Verde (2 de diciembre), hasta la Isla de San Martín (una distancia de 4.100 km - 2.500 millas, terminó cuando llegó a Simpson Bay Lagoon, el 19 de diciembre
- Partió de Saint Martín el 20 de enero, volvio a su casa el 27 de febrero donde se quedo hasta el 10 marzo
- Completado el paso de la Canal de Panamá el 11 de abril de 2011.
- Cruzó el ecuador en la tarde del 25 de abril, llegaron a la Islas Galápagos al día siguiente.
- Partió de las Islas Galápagos, el 7 de mayo y llegaron a la Islas Marquesas , el 25 de mayo,
- El 1° de junio Zarpó de las Islas Marquesas a Tahití, llegando el 8 de junio,
- Visitado Moorea y Bora Bora, luego navegó 2530 km en viaje a Vava'u, Tonga en 12 días, a donde llegó 08 de julio.
- Llegó el 17 de julio 2011 a Suva, Fiyi, después de haber navegado durante cuatro días, y el 30 de julio a Port Vila, Vanuatu después de haber navegado durante tres días.
- Partió de Vanuatu el 8 de agosto, rumbo a Darwin, Australia, llegó a Darwin el 25 de agosto.celebraron su cumpleaños número 16.
- De Darwin partió el 25 de septiembre, hacia el oeste,
- Navegó a Durban, Sudáfrica, llegando a 12 de noviembre, después de 47 días en el mar sin paradas.
- Llegó a Port Elizabeth, Sudáfrica, el 18 de noviembre.
- Pasó del Cabo Agulhas, Sudáfrica, el 26 de noviembre.
- Pasado el Cabo de Buena Esperanza el 27 de noviembre con mal tiempo, llegó a Ciudad del Cabo el mismo día, el padre y los periodistas y los barcos de la Volvo Ocean Race, la encontraron allí.
- Llegó a los Países Bajos el 20 de diciembre, ya había cruzado todas las longitudes en el curso de su periplo, se enfrentó a otro 4.800 millas náuticas de su finalización oficial.
Llegó a Simpson Bay, en Sint Maartin el 21 de enero de 2012 a la
hora local 15:00 aproximadamente después de un viaje non-stop de 5.600
millas náuticas (10.400 km, 6.400 millas) de Ciudad del Cabo,
completando así su total circunnavegación del mundo.
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